El concepto puede engañar un poco, ya que la arquitectura futurista no es algo que esté en construcción, que pretenda ser proyectada dentro de unos años. La verdad es que este estilo arquitectónico surgió el siglo pasado, concretamente, en el año 1909 de la mano de poetas, artistas y arquitectos. Fue consolidado oficialmente en Italia cuando el arquitecto Antonio Sant’Elia publicó el Manifiesto de Arquitectura Futurista. Pero esto no son más que datos históricos aburridos, así que vamos a analizar este estilo y conocer sus principales características.
La arquitectura futurista se presenta como una huida de lo que, hasta entonces, era tradicional. Por eso mismo, lo primero que cambió el futurismo son los materiales de construcción, dejando de lado la madera, el ladrillo y la piedra para dejar paso a materiales más ligeros y maleables como la fibra textil, el hierro, el cristal o el hormigón armado. El objetivo de estos edificios no es la comodidad ni ser prácticos, sino representar un cambio en la forma de vida, en los ritmos cada vez más acelerados, por lo que el concepto en el que está basado este movimiento artístico es la velocidad.
Las líneas oblicuas y las construcciones verticales son la esencia del futurismo. Los adornos están muy escasamente presentes en este estilo, pues prima la simplicidad y mostrar los materiales tal y como son. Además, el cristal se vuelve un gran aliado para mostrar la maquinaria que se incluye en estas estructuras, como los ascensores. Se hace constar el uso de la ciencia y los avances tecnológicos incluyendo numerosos niveles y formas cilíndricas o prismas.
En definitiva, el estilo futurista pretendía romper con toda conexión con el pasado, y así se establecía en el Manifiesto mencionado: “Las casas durarán menos que nosotros. Cada generación deberá
fabricarse su ciudad. Esta constante renovación del entorno arquitectónico contribuirá a la victoria del Futurismo que ya se impone con las Palabras en libertad, el Dinamismo plástico, la Música sin cuadratura y el Arte de los ruidos, y por el que luchamos sin tregua contra la cobarde prolongación del pasado”.
Sin embargo, todo va evolucionando. De este modo, la arquitectura futurista se ha vuelto a plantear con nuevos materiales y herramientas más avanzadas que se amoldan a la perfección con las necesidades actuales. Ahora la mayoría de las poblaciones y sus construcciones se diseñan con el propósito de conseguir una armonía entre la arquitectura, el medio y las personas. La unión entre la esencia que se proclamaba en Italia y los avances de la modernidad han hecho posible que este estilo se plasme en edificios impresionantes que atraen toda la atención de quien quiera que pase por sus alrededores.
En los interiores también se ha ido transformando esta tendencia. Nos encontramos con estancias frías con ausencia de colores vivos y cálidos. Materiales plásticos o maderas que se intentan camuflar bajo esmaltes. Líneas simples que hace que una casa parezca más bien una consulta o el interior de una nave espacial. Las persianas se abren o se cierran pulsando un interruptor y los electrodomésticos se controlan desde un mando a distancia. Es lo que se conoce como casas tecnológicas o inteligentes. Aunque para que todo esto se instale en nuestra vida cotidiana aún queda bastante.
El estilo futurista siempre estará en constante cambio conforme se vaya estableciendo en lo cotidiano. Tal y como Antonio Sant’Elia estableció, las ciudades deben ir cambiando conforme su población va evolucionando. ¿Que nos propondrán los arquitectos dentro de cincuenta años?